miércoles, 17 de febrero de 2010

El carnicero

Andará con él, fijo. Academia por la tarde; ¿para qué necesita sacarse a su edad el graduado? Ni que quisiera ir a la universidad. Que se aburría en casa; sí, claro. Pero ahora llego del curro y me he de preparar la cena. Y ella, mientras tanto, con el tipo ese. Un compañero, sí, claro. Como si no la conociera, como si pudiera engañarme. Con los ojitos brillantes apareció el martes; y el pelo revuelto. ¿Quién te ha revuelto el pelo? Qué dices, tonto, y tuvo la desfachatez de sonreír. Si no hubiera sonreído, pero que encima se crea que se puede burlar de mí. No lo pensé, la rabia me cegó, impulsó el brazo, nunca la había golpeado tan fuerte. Cayó como un fardo, un ruido sordo y luego silencio. Me asusté, la zarandeé, despierta cariño, y por fin abrió los ojos. Perdóname, hasta lloré un poco. Seguía asustado y ella callada, una mirada rara, como si se hubiera ido y alguien desconocido la estuviera suplantando. ¿Estás bien? Lo repetía y lo repetía y la acariciaba y la buscaba en el fondo de esos ojos fríos. ¿Estás bien? Perdóname. Por fin me dijo que me perdonaba, que no me preocupase. La abracé, en ese momento me sentía tan culpable y la quería tanto. Te quiero mucho, mucho, eres lo que más quiero, no sé qué haría sin ti, perdóname, no sé qué me ha pasado, perdóname, no volverá a ocurrir. La estrechaba muy fuerte y la acariciaba; notaba su cuerpo mullido amoldándose al mío, qué cuerpo tiene, sentirlo me vuelve loco, me descontrola, a cualquiera le ocurriría lo mismo. Empecé a besarla, tímido al principio, me rehuía los labios, pero me fui enardeciendo, y la apreté contra mí y me pegué a su boca y enseguida me devolvía los besos. Le gusta demasiado también a ella y yo me sé bien cómo excitarla. La llevé a la cama y fue un polvazo, de esos con los que una pareja se reconcilia, de los que ponen punto final, las cosas en su sitio. Así lo creí entonces aunque su mirada siguiera siendo extraña, pero no le di demasiada importancia.

Desde esa tarde todo ha cambiado. Alguien de fuera no se daría cuenta, pero yo sé que ya no es la misma. Siguió yendo a la academia, ese tema no volvió a tocarse como tampoco el puñetazo. Ella vuelve ahora muy puntual y sin el pelo revuelto ni ese brillo en los ojos; qué va a tener brillo en esa mirada opaca que me esconde sus pensamientos. Pero yo he descifrado esos pensamientos, todo el tiempo en la carnicería dándole vueltas y vueltas, cortando filetes y buscando en la carne que se abre las respuestas. Una semana estudiándola, queriendo atravesar su cerebro, y recogiendo nimios indicios para mascullarlos durante todo el día, para reconstruir sus planes, metiéndome en callejones sin salida y volviendo para atrás, hasta que, poco a poco, los empecé a ver, a entenderlos y ahora los tengo clarísimos. Por supuesto, no me voy a quedar quieto, no voy a ser una víctima indefensa de esos dos malvados. Primero pensé en matar a ese hijoputa. Lo rajaría de un tajo y le cortaría la polla y se la enseñaría a ella, para que confesase, para que se acojonase, para que supiera que eso no se me puede hacer. Me imaginaba la escena y sentía la rabia que me crecía y el brazo se me disparaba y el cuchillo golpeaba con tanto ruido la tabla que algunas señoras me miraban con prevención. Más de una hostia se habría de llevar esa puta, me conozco y seguro que no me controlaría, pero volver a llevar las cosas a su sitio siempre exige algún dolor. Lo malo es que no localicé al cabrón con el que me pone los cuernos; son muy hábiles estos dos.

Pues aquí estamos, todo ha ocurrido como lo había deducido. Y seguro que se creería muy lista. La muy boba me echó una buena dosis de somnífero en la sopa; cuando estuviera grogui abriría la puerta a su amante y él me acuchillaría. Pero ahora la que está profundamente dormida es ella, tras haberse zampado un buen plato de sopa sin darse cuenta de cómo di el cambiazo. El cuchillo que pensaban clavarme en el pecho está en mi mano enguantada. Al final decidí que la muy puta no merece vivir así que le he hecho lo mismo que me tenía preparado. En un rato llegará ese tipo, cogerá el cuchillo de la tabla de la cocina y dejará sus huellas, me encantaría ver la cara que pone cuando el cuerpo que encuentre en el dormitorio sea el de ella. Ojala que la toque y se manche con su sangre. De cualquier forma, a la policía no le costará nada pillarlo, y que se pudra en la cárcel me produce más gozo que acuchillarlo. También yo me he pringado con la sangre, hay mucha en la cama, quién lo diría con ese cuerpito tan pequeño. No importa demasiado, ando bien de tiempo, suficiente para ducharme antes de irme de esta casa, quizá hasta para echar una cabezadita porque me está entrando un sopor tremendo. Dormir un poquito a su lado, por última vez, como despedida. Sí, me estoy durmiendo …


Amy Winehouse - Love is a Losing Game (Back to Black)

A éste lo han rajado a conciencia, más de diez cuchilladas y seguro que la espichó desde la primera, esa, justo en el corazón. Y no se movió, tenía que estar drogado hasta el tope. Bueno, que acaben los de la científica, a ver si se puede limpiar un poco este desastre. ¡Qué cantidad de sangre! ¿Y dices que el tipo era carnicero? Pues vaya muerte más apropiada. Venga, me voy ya para el juzgado.

CATEGORÍA: Ficciones

3 comentarios:

  1. Modestamente, este es un asunto para lansky. Enhorabuena. Es lo que yo digo: un cabrón menos

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  2. http://www.lansky-al-habla.com/2010/02/prologo-miros.html

    Con afecto.

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  3. ¿Al final quién es el más listo? Muy bueno tu relato, Miros.

    UN beso

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