lunes, 17 de mayo de 2010

Triángulos púrpuras

Esta madrugada me ha tocado asistir a un espectáculo rayano en lo insoportable. En los meses que llevo en Sachsenhausen, y en mi calidad de ayudante del comandante del campo, he tenido que ocuparme de varios fusilamientos; no sólo ordenar abrir fuego al pelotón, sino también dar el tiro de gracia al condenado. Ya he visto pues muchas formas de afrontar los últimos instantes, desde las más miserables hasta las más dignas, pero hasta hoy no me había encontrado con gente que, llevada de su fanatismo religioso, mostraba la más exultante alegría ante el paredón.

Se trata de esos locos que denominamos estudiosos de la Biblia, cristianos que se llaman Testigos de Jehová, y cuyas doctrinas radicalmente pacifistas les han llevado a una oposición frontal con el estado nacionalsocialista. No pienso que sean malas personas, ni siquiera creo que sus idearios, en otros momentos, tendrían que ser incompatibles con la sociedad alemana que nos esforzamos por construir. Muchos de ellos no son más que ingenuos campesinos de la Prusia oriental. Sin embargo, sus almas bondadosas han sido campo fértil para las insidiosas manipulaciones de nuestros enemigos, quienes han sabido aprovechar su buena fe para enfrentar sus creencias con los valores incuestionables del patriotismo.

Verdad es que, desde los primeros tiempos de nuestra conquista del Estado, los pastores de esta secta han ido manifestando sus críticas a la inevitable y necesaria política del partido, pero tampoco eran mucho más molestos que los representantes de otras iglesias y quizá, si no hubiera existido el envenenamiento malintencionado que desde el exterior han azuzado nuestro adversarios, hasta se hubieran podido alcanzar acuerdos con los Testigos similares, por ejemplo, a los pactados entre nuestras autoridades y los católicos. Las cosas cambiaron de golpe, en todo caso, a partir del reciente inicio de esta guerra que habrá de significar la liberación definitiva de Europa bajo la supremacía alemana. Los de Jehová se negaban casi todos a las órdenes de reclutamiento, algo que bajo ningún concepto puede ser admitido en estado de guerra.

Así, desde el otoño pasado han estado llegando a Sachsenhausen cada vez más de estos individuos; son ya tantos que se han convertido en una categoría propia, merecedora de su propio color distintivo: un triángulo violeta cosido en sus chaquetas carcelarias nos permite identificarlos rápidamente. Su comportamiento en el campo no ha cesado de crear conflictos, debido a la implacable terquedad con que se niegan a hacer cualquier tarea que consideren que colabora con la actividad bélica. Contestan que ellos no obedecen a los hombres sino a Dios y que Dios les prohíbe contribuir al mal. Por supuesto esos actos de indisciplina son duramente castigados, pero poco ganamos, pues los muy locos aceptan encantados los sufrimientos ya que de esa manera, dicen, dan mayor testimonio de Jehová y se hacen más merecedores de su reino.

No sé si de Jehová, pero es verdad que sí dan testimonio de una actitud de rebeldía que muy mal ejemplo aporta, tanto entre los reclusos como entre nuestros propios guardias y soldados. Por eso, incluso a disgusto, no nos ha quedado otro remedio que la condena a muerte de los más recalcitrantes y, como ya he dicho, esta madrugada le ha tocado el turno a la primera tanda de ellos. Anoche, yo mismo hube de leerles en su celda el veredicto del Reichsführer. No fui capaz de esconder mi estupor viendo cómo esos maltratados y famélicos seres, al entender que estaban a punto de morir, caían de rodillas, las manos alzadas en plegaria al cielo, y gritaban cánticos religiosos de alegría. Todos estaban felices, casi se diría que no podían dominar su impaciencia por correr hacia el paredón. Gracias, Señor, clamaban, por contarnos entre tus elegidos. Y los que no oían su nombre entre los condenados, me suplicaban que también me los llevara. La situación derivó en pocos minutos en una especie de extraño tumulto martiriológico y mis SS tuvieron que emplear la máxima dureza para separar a los seleccionados de sus compañeros y apartar a éstos, antes de lograr salir del barracón.

El fusilamiento de este grupo de "elegidos" fue penoso, demoledor para la moral de los hombres que participamos. Los fanáticos se negaron a ser atados y, cogidos todos de las manos, se colocaron voluntariamente contra el muro, cantando sus himnos religiosos. Sus miradas extraviadas revelaban una luz gozosa que asustaba, las sonrisas de felicidad brillaban en sus rostros. Sobreponiéndome yo mismo a una dolorosa sensación de parálisis, hasta tres veces tuve que gritar la orden de fuego antes de que los SS dispararan y aún así hubo dos de ellos que ni apuntaron sus fusiles (están naturalmente pendientes de castigo). El resonar de las descargas rompió por fin ese hechizo insoportable y pude acercarme a los cuerpos abatidos para dar a cada uno de ellos el preceptivo tiro de gracia. Apunté a los rostros, para borrar ese aire de beatífica felicidad que incluso muertos todavía conservaban.

Y pensar que a esta gente le bastaría con firmar un papel para ser liberados. Pero, salvo casos muy aislados, apenas conseguimos que traicionen sus creencias, ni siquiera que, al menos, las escondan. Habremos de matarlos a todos y habremos de hacerlo con la máxima discreción y premura, pues sus comportamientos, tanto en los campos como ante la muerte, producen muy perniciosos efectos. Y, sin embargo, cuánto debemos aprender de ellos. Esa fe fanática en las propias creencias es la que debe animarnos a todos. De hecho, como nos dijo ayer Eicke en su discurso, nosotros, los SS, la vanguardia ideológica del nacionalsocialismo, habríamos de tomar ejemplo de estos Bibelforscher. Lástima que estén equivocados. No son pocos ni fáciles los esfuerzos que nos han tocado en estos tiempos de lucha.

(Recreación a partir de la autobiografía de Rudolf Höss)


Vocalise, pour l'Ange qui annonce la fin du Temps - Messiaen (Cuarteto para el fin de los tiempos, 1940)
CATEGORÍA: Personas y personajes

9 comentarios:

  1. Messiaen (1908-1992) compuso su "Cuarteto para el fin de los tiempos" mientras estaba en el campo de concentración de Görlitz. Me ha parecido que esta obra, difícil y a veces algo desconcertante al oído, era de lo más adecuada como banda sonora de este post.

    ResponderEliminar
  2. Excelente relato. El punto de vista es todo.
    Un beso

    ResponderEliminar
  3. A veces me sobresalta tu manía de escribir en primera persona.

    ResponderEliminar
  4. Me ha dejado un tanto sobrecogida, Miroslav. Estos hechos ocurrieron a la vuelta de la esquina y son estremecedores.
    Bordas el arte de la recreación, que lo sepas.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  5. Por razones atávicas, todo lo que tenga que ver con este período oscuro de la historia me provoca malestar. Sin embargo, el texto está muy bien escrito.

    La elección musical es muy ad hoc. Una sugerencia: para que sea realmente la banda sonora del post, deberías ponerla al principio. Si no, ya la escuchamos al final (que no está mal tampoco)...

    Un beso

    ResponderEliminar
  6. Alicia y Mery: Gracias. Un beso a ambas.

    Lansky: Me has dejado pensando. Creo que voy a escribir un post a raiz de tu comentario.

    Strika: ¿Razones atávicas? Me has picado la curiosidad. Tu sugerencia es acertada; siempre pongo la música al final porque la decido tras haber escrito el post. Pero tienes razón y creo que sgeuiré tu consejo. Un beso.

    ResponderEliminar
  7. Es un relato realmente estremecedor y lo has narrado de manera magistral, como siempre.

    Besos

    ResponderEliminar
  8. Respuestas
    1. Lilly VR: Como digo en el post es una recreación mía a partir de lo que cuenta Rudolf Höss en sus Memorias. Así que, con todas lkas reservas que quieras, puede decirse que es una historia real.

      Eliminar