sábado, 31 de agosto de 2013

Mi amigo el del jazz

Nos conocimos en el instituto. Él quería ser escritor y yo siempre tenía sueño. Con frecuencia me dormía en las clases de literatura mientras mi amigo discutía con el cura la pertinencia de sus disparatadas teorías combinatorias en los análisis sintácticos. Ese cura murió entre delirios paranoicos y mi amigo tuvo que confesarse un viernes por la tarde. Anécdotas adolescentes, como la de aquella vez que rompimos el cristal de la sala de profesores y fue él quien cargó con las culpas, tres días expulsado y pagar los desperfectos. Coincidió con la fiesta de la Virgen del bazo, patrona del colegio. Mi amigo me llamó; había quedado con dos chicas.

Una de ellas era pelirroja, pecosa y con carita infantil; la otra tenía aparato dental pero mejores tetas. Pronto se agotó la conversación y mi amigo enredó la lengua entre los hierros. Yo me fui con la pelirroja; era más bonita aunque tampoco a ella le interesaba la literatura. Pensaba empezar arquitectura y me convenció sin apenas hablar. La tarde y la noche fueron muy breves. Al final, los cuatro muy borrachos, mi amigo se enfadó conmigo. No me importó demasiado porque ya tenía demasiado sueño.

El jazz lo conocía de siempre pero hasta esa reunión no le había prestado atención. Había dudado en ir: cierta inquietud pero también curiosidad ansiosa. Mentiras a sus padres y nerviosismo al llegar al apartamento de Rafo. Mi amigo, diecisiete años, se vio ridículamente crío en ese ambiente de universitarios que ya tocaban la veintena. Diálogo de saxo y trompeta que tiene a todos pendientes en reverencial silencio. Alboroto de percusión acelerada y de nuevo esos cuatro pulmones casi inagotables. Estirada en el sofá una chica morena cuenta de música mientras su pie vigila el ritmo.

La marihuana pasó hacia Rafo. Mi amigo piensa que nunca ha fumado y que no debería y que todos se dan cuenta y que es un chiquillo ... La espuma blanca parece querer rebosar el vaso y Rafo aspira y sigue con su rollo de la importancia de los símbolos y sus dedos pulgar e índice llegan hasta mi amigo. Huele bien y chupa, aspira con respeto, no desperdicies la yerba, oye; mi amigo tose. Sigue el jazz y el humo, pasa el tiempo. La del sofá se acerca, de qué conoces a Rafo, le pregunta, a él ya no le importa tanto parecer un crío. La boca de ella se acerca segura, una mano le despeina pero el pie sigue llorando a la percusión que quiebra agudos. Mi amigo se deja hacer, las ideas se le adormecen y nota el cuerpo caliente junto al suyo y la mano de la cintura acaricia en su ascenso bajo la ropa.

Te tienes que ir, se ha dado cuenta, vamos, puedo acercarte. En el cassette del coche de nuevo jazz. De pronto el patinazo, el grito asustado de ella, la vuelta de campana. Todo es negro y quietud. Un terrible escozor en el ojo izquierdo anegado de lágrimas ácidas, una aguja infinitamente afilada que espiraliza su intensidad. El dolor se vuelve acuciante y mi amigo deja de pensar y sólo siente. La espiral sigue retorciéndose en ascensión vertiginosa y surge el asombro al comprobar que aún más es posible. Por un instante sabe desde el convencimiento del cuerpo que ha llegado el final e imagina que el veneno que fluye desde sus ojos le ha corroído todo el cuerpo. Muchos colores chispeantes e inverosímiles en órbitas elípticas destacándose sobre una luz negra brillante que vibra a extrema velocidad. Y luego nada; y también todo, porque tantas nadas cesan. El jazz se convierte en silencio.

No lo volví a ver hasta varios años después. Había acabado filología hispánica y publicado su primer libro, relatos cortos siempre con el jazz de fondo. Me presentó a Verónica, su compañera, y pensé que no era justo que no pudiera ver tanta belleza. Me hablaron del accidente, de la larga recuperación compartida, de ilusiones y esperanzas. Esa noche fuimos los tres al Café Central, a escuchar a un trío de jazz, claro. Tocaron de vicio.

   
All blues - Miles Davis (Kind of Blue, 1959)

2 comentarios:

  1. Pues mi amigo Chema, ‘Tarzán’, uno de los dos socios del Café Central de la madrileña Plaza del Ángel, tiene mucho talento para programar los conciertos todo el año, pero aún lo tiene mayor para contratar camareras guapas…

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  2. No sé si lo que recomiendo en mi post de hoy va de jazz o de blues... pero a quienes no conozcáis el 'evento' os va a encantar.

    Y además, como peliculero, me permito dar una leve idea de la logística que supone una grabación como esa.

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